Dos genios del arte llamados Santiago Lara y Mercedes Ruiz

En la medianoche, cuando las brujas hacen sus ritos, calientan sus calderos prestos para las pócimas, los duendes salen, revoltosos y desordenados, para infiltrarse entre los corazones más sensibles y tiernos y arrebatarles, con la suavidad que les caracteriza, toda voluntad de resistencia a quien osara ponerla. La noche presagiaba magia a espuertas, gracia, salero, talento, trabajo bien hecho y un montón de cosas que pueblan el alma de ternura. Quien haya visto a Santiago Lara y a Mercedes Ruiz sabrá perfectamente de qué hablo.

photo ©Festival de Jerez/ Javier Fergo

En la Sala Paúl, otro de los espacios escénicos dispuestos por la organización para este Festival de Jerez, Santiago Lara presentó su espectáculo titulado Amalgama, con la compañía del piano y teclados de Miguel Ángel López y la batería de Antonio Coronel. Ah, sí… y el baile, si mal no recuerdo, de una tal Mercedes Ruiz: la mejor bailaora de Jerez de la Frontera de todos los tiempos, con dominio absoluto de todas las técnicas y con una imaginación desbordante en la inventiva de unos movimientos de plástica inigualable. Ver a Mercedes en un tablao es sufrir –gozoso sufrimiento nada masoquista– una catarsis en pura regla, un estremecimiento profundo rayano con el paroxismo, una revolución de los sentidos. Todo eso y mucho más es el baile de la Presidenta de la República del Flamenco.

Santiago Lara, joven tocaor jerezano, pero ya con la suficiente experiencia en su carrera artística, quería conectar el flamenco más inveterado en su esencia con los sones del jazz, que tampoco le son ajenos del todo a este artistazo de las seis cuerdas… y lo consiguió con un compendio de piezas musicales de muchos quilates. Su imaginación desbordante, el sentido ejemplar de la afinación, el dominio de acordes y notas, escalas y técnicas, hacen de la sonanta de Santiago un claro ejemplo de madurez y salto cualitativo en la propia evolución de la guitarra, no ya de él mismo. Y no exagero ni un ápice, no es mi intención hacerlo: ciertamente, la velada tuvo de todo, creo que rozó la perfección. De entrada, conviene destacar incesantemente, una y otra vez, que la pareja –artística y sentimental– compuesta por Santiago Lara y Mercedes Ruiz cuenta con un factor primordial y que, viendo cómo están las cosas hoy día, se agradece muchísimo: la modestia. Los artistas geniales –y ellos lo son– nunca alardean de facultades, eso es un terrible vulgarismo. Ambos están dotados de una exquisita sencillez y amabilidad y eso luego se traduce en el escenario en pura dinamita para el tuétano del respetable, en una explosión de júbilo para todo el organismo.

Ni que decir tiene, todo buen evento se rodea de los elementos necesarios para redondear el éxito de una función de categoría. Miguel Ángel López y Antonio Coronel estuvieron muy agudos y acertados en su ejecución musical, subrayando los pasajes de una guitarra que hablaba, sin taparle a ésta la boca en ningún momento con ruidos estruendosos. El piano y la percusión estuvieron aclimatados al tempo, al sentido de una obra que bien podemos catalogar de virtuosa, limpia, emotiva y dulce.

En la obra de anoche había viejos temas de su primera grabación (El sendero de lo imposible), realizada hace tres años, junto a nuevas piezas –o palos, expresión más cabal– como las alegrías, la seguiriya-granaína y una canción por bulerías, que impregnaron el ambiente de esa emoción inefable que trasminan los grandes eventos.

Espléndida carrera la de Santiago Lara y la de Mercedes Ruiz, que van juntos, paso a paso, nota a nota, hacia el estadio donde una persona adquiere el estatus de prodigio artístico y entra, ya para siempre, en el imaginario colectivo y en los corazones de cada ser humano.


Luis Román Galán, le 26/02/2011

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