Rosario Toledo

Cambio de registro

photo ©Festival de Jerez/ Javier Fergo

El pasado domingo 6 de marzo asistimos a uno de los estrenos más esperados en la presente edición del Festival. La Compañía Rosario Toledo presentó ‘Hay fuego en tus ojos’, un montaje que no dejó indiferente a nadie. En el planteamiento. En el concepto. En el registro. Y sobre todo en la ruptura estética planteada por la bailaora gaditana. Un cambio en su decir. O más bien una evolución o liberación. Depende desde la óptica en que se mire. Ya que la coreógrafa con esta propuesta rompe los patrones estilísticos que habían macillado sus anteriores espectáculos. Acercándose de manera tajante al contemporáneo. Con adustos movimientos. Incidiendo en ejercicios de suelo. Escudriñando ángulos rectos y braceos de aristas. Invocando pasos, poses y mudanzas galvánicas. Y abordando lo conceptual.

‘Hay fuego en tus ojos’ se sustenta en los cuatro elementos. Fuego, aire, agua y tierra. Personificados en las sonantas de Miguel Iglesias, Keko Baldomero, Dani de Morón y Alfredo Lagos. Cuatro toques distintos. Cuatro palos diferentes. Seguiriya, cantiñas, soleá y taranto. Interpretadas ejemplarmente por cada uno de los guitarristas.

Partiendo de esa base, la obra comienza con la potente imagen la bailaora gaditana subida en una inmensa plataforma hidráulica. Sobre sonidos psicodélicos plantea una coreo con sabor a Israel Galván y Andrés Marín. En las formas y en el planteamiento.

El cante aparece en la ronda de tonás de Juan José Amador y José Valencia. Preámbulo de la seguiriya de Iglesias con balbuciente zapateado. Comienza la ruptura. El cantaor lebrijano preside la escena y se raspa unas cantiñas “a pelo”. De compás y de guitarra. Instante en que la inmensa plataforma desaparece para ceder el protagonismo a un cubículo situado en la parte derecha de la escena. Keko Baldomero apunta las notas del palo gaditano por antonomasia. Para que Toledo incida en su búsqueda con bata de cola incluida. La metamorfosis ya no es tan radical. Puro lenguaje corporal. Escrutando cada movimiento con fuerza y firmeza. Como la que expuso Joaquín Grilo, artista invitado de la noche cuyas pinceladas impregnaron de hondura y flamenquería a la propuesta de la coreógrafa gaditana. Con su identidad personal, restó protagonismo a la figura del montaje.

Tras el agua. El aire. Por soleá. Con la excelente bajañí de Dani de Morón. Luces al estilo sauriano. Perseverando sobre el ciclorama. Y preparándonos para el mano a mano entre José Valencia y Joaquín grilo en la recta final del baile. Toma remate.

Corren los segundos. Los minutos. Aunque la fluidez se atempera por momentos bajo un discurso sobrado de elementos. Ahí quedan los detalles. Los matices. Turno de la tierra. Del aroma terruño del taranto. Con los quilates de pulsación de Alfredo Lagos. Y la presencia de una renovada Rosario Toledo.

La unión del baile se produce con la empatía del toque. Las cuatro sonantas deleitan a los presentes con un pasaje musical idílico. Paso a dos de los bailaores. Licita la escena el coreógrafo jerezano con una saeta de José Valencia metida por bulerías. El telón baja por instante. Rosario aparece cual salamanquesa sobre una plataforma inclinada. Prima lo contemporáneo. Y el cambio de registro se consuma.


Carlos Sánchez, le 06/03/2011

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